viernes, 3 de septiembre de 2010

CLAUDIA

(CAPITULOS VII AL IX)

VII
Había transcurrido una semana en la cual Claudia había disfrutado al máximo de la compañía de Raúl. Lo único que empañaba su felicidad era no tener noticias de Maylí. ¿Qué sería de ella y su familia? ¿Por qué no escribían?
Ensimismada en sus pensamientos, no se fijó que Raúl se acercaba acompañado del señor Sosa, dueño de la fábrica.
— ¡Hola mi amor!
— ¡Raúl! ¿Qué haces aquí?
—Vine a traerte la buena nueva. Fuiste aceptada en la compañía en la cual trabajo. Empiezas desde mañana como secretaria de uno de los directores. Es un gran ingeniero.
— ¡Qué bien! Veo que informaste al señor Sosa.
—Así es Claudia. Su novio acaba de decírmelo. Siento que se vaya, pero tarde o temprano tenía que suceder. Le deseo mucha suerte en su nuevo trabajo ya que usted se lo merece, por ser una excelente trabajadora. Ya le hice el Memorándum así que puede pasar por caja para que le cancelen su sueldo. Adiós y que tenga mucho éxito.
—Gracias señor Sosa. Siento dejarlos pero, como usted lo dijo, tarde o temprano tenía que irme a un puesto acorde a mi profesión. Adiós.
Si uno tuviera el poder de ver el futuro, ¡cuántos males se evitaría! Si Claudia hubiera adivinado lo que iba a padecer en esa oficina, nunca habría aceptado. Pero ya el destino había echado a caminar su inexorable maquinaria y ninguna fuerza, por poderosa que fuera, iba a detenerla.
Así Claudia entró ilusionada en su nuevo trabajo, de la mano de su amor, del hombre por el cual ella entregaría su vida si fuera necesario. Lo primero que hizo al entrar a su nueva oficina, fue la de dar gracias a Dios por su buena suerte y por el amor de Raúl.
Conoció a su nuevo jefe, el ingeniero Zardoni, que era un hombre mayor, de unos cincuenta y cinco años, excelente profesional y un hombre comprensivo y tolerante. Una vez que éste y el Jefe de Personal le explicaron en qué consistía su nuevo trabajo, fue llevada a ser presentada a sus demás compañeros de trabajo. Claudia sintió que entre las otras chicas había cierta tensión, tal vez porque era nueva así que no quiso darle importancia, pero conforme fueron pasando los meses, éstas le hicieron dura la estadía, rechazándola y aislándola de todos. Ella trató de ser agradable, pero fue imposible. Y para colmo, Raúl empezó a mostrarse esquivo.
VIII
— ¡Claudia! ¿Puedo hablar contigo un momento? —quien la llamaba era una señora mayor, secretaria del Presidente de la Compañía.
—Sí, doña Eloisa –dijo Claudia tímidamente
—Mira Claudia, yo llegué a conocerte y estimarte mucho. Por eso quiero contarte la verdad sobre el canalla de Raúl. Sé que lo quieres mucho pero él no se lo merece, porque te engaña y de la manera mas vil. Seguramente no pudo conseguir de ti lo que deseaba, por eso volvió con la chica que salía antes.
Claudia palideció y dijo: — ¿Cómo? ¡No le creo!
—Sé que te duele Claudia, pero es hora de que abras los ojos. Cuando salgas de la oficina esta tarde, siéntate en un banco de la plaza del frente y verás a tu Raúl salir abrazado de Zaida, su secretaria.
— ¡No puede ser verdad! ¡Raúl no me haría eso, él me ama!
—Todos dicen lo mismo, pero no son más que palabras. Mira niña, tú eres muy dulce e ingenua. Olvídate de ese tipo que no te merece. No es franco contigo.
— ¡Ya basta señora Eloisa, no quiero escucharla más! ¡Por favor, déjeme sola!
—Está bien Claudia. Solo quería que dejes de ser el hazmerreír de toda la oficina. Todos se burlan de tu ingenuidad.
Eloísa se fue, dejando a Claudia deshecha, con el llanto a punto de brotar de sus bellos ojos y con un dolor tremendo en el costado.
Respiró fuertemente y disimulando su dolor, se repuso, pero toda la tarde trabajó como una sonámbula. Cuando llegó la hora de salida, fue a buscar a Raúl, pero él no la atendió, mandó a decirle con su secretaria que tenía una reunión hasta tarde. Entonces Claudia marcó su tarjeta y se sentó en un banco justo al frente de la oficina y esperó, con la ilusión de que todo sea mentira. Pasada una media hora vió salir a Raúl abrazando a Zaida, como lo hacía con ella. Se quedó inmóvil, como si la hubieran clavado en el asiento. Pensó que era una pesadilla, que despertaría pronto. Se quedó allí estática, cual una estatua, sin proferir sonido alguno, respirando apenas. Se sentía sola, tremendamente sola. El viento de la noche la volvió a la realidad. Miró a su alrededor y vió que la plaza estaba casi desierta y en el cielo brillaban las estrellas cual estáticas luciérnagas. Lentamente, con un gran esfuerzo, Claudia se incorporó y casi arrastrando los pies, como si llevara una pesada carga sobre los hombros, se dirigió hacia su pequeño cuarto. ¡Cuántas ilusiones se había hecho con Raúl! ¡Cuantos sueños había tejido en su loca imaginación! Mientras caminaba, no cesaba de preguntarse: ¿Por qué?
IX
El día era hermoso como suele ser un día de invierno. El cielo era de un azul intenso. Ni una nube manchaba esa pureza diáfana. El sol brillaba orgulloso en lo alto.
Claudia se mostraba serena y tranquila, mas solo ella sabía el tormento que vivía por dentro. Se sentía destrozada, vacía. Había llorado, pero al día siguiente se sorbió las lágrimas y borró toda huella de su rostro. No quería demostrar su sufrimiento. ¡Cuán grave es amar con tanta vehemencia! El golpe es más duro y duele más. Ahora Claudia sentía ese golpe que le daba una y mil veces en el pecho, causándole un gran dolor.
— ¡Claudia! ¡Claudia!
—Hola Raúl.
— ¿Qué pasa mi amor? Hace rato que te llamo y pareces ausente del mundo. ¿En qué piensas?
—En que anoche no te ví ¿Dónde fuiste?
— ¿Era eso? Tenía reunión acá en la oficina. Tú sabes como es eso. Tuve que quedarme hasta las once de la noche, como era tarde ya no fui a tu casa.
—No mientas Raúl, sé que no tuviste ninguna reunión
— ¿Cómo? ¿Qué te pasa mi vida? ¿Por qué me llamas mentiroso? ¿No me crees?
—No Raúl. Creía en ti, pero ahora no.
— ¡Seguro que alguien te contó algún chisme y tú lo creíste! ¿Así me demuestras tu amor?
— ¡Basta Raúl! Nadie me vino con ningún chisme. Yo te vi ayer en la tarde salir de la oficina con Zaida. ¡Ví como la acariciabas y la besabas!
— ¿Me estabas espiando?
— ¿Espiar? No, Raúl, no te espiaba. Siempre creí que lo de tus reuniones era cierto, hasta ayer. ¡Dios! ¡Que tonta e ingenua fui
— ¡No Claudia, no digas eso! Yo te quiero como a mi esposa, como a la madre de mis hijos, pero por ahora no puedo estar contigo como hubiera sido mi deseo, debo estar con Zaida.
— ¿Por qué? ¿Qué es lo que te liga a ella? ¿Por qué me ocultaste que enamorabas con ella?
—No te puedo contar, pero debo estar con ella. Te prometo que pronto se solucionará todo y tú y yo nos podremos casar.
— ¿Casarnos? ¿No te parece una palabra fuera de lugar en estos momentos?
— ¡No! Yo quiero casarme contigo y lo voy a hacer.
—No sé si creerte. Me dices que tienes que estar con Zaida, pero que te casarás conmigo.
—Escúchame, no me atrevía a contártelo, pero ahora lo haré. Antes de conocerte, yo salía con Zaida pero ella nunca me tomó en cuenta, así que me aburrí de ser su muñeco y la dejé de ver. Días después apareciste tú y me enamoré de tu voz, de tu risa, de tus ojos, de tu manera de ser y me olvidé de Zaida por completo. Pero un día me llamó y me dijo que me amaba, también me contó que estaba muy enferma y que no la abandonara o cometería una locura. Por eso tuve que volver con ella y seguirle la corriente. Pero te juro que no la quiero, es a ti a quien amo. Por favor amor, ten confianza en mí y dame tiempo para arreglar todo. ¿Está bien?
—No sé ni qué pensar. Todo lo que me cuentas parece sacado de una novela. ¿Es verdad lo que me dices? Si es así ¿Por qué en la oficina nadie sabe nada? No sé, es todo muy confuso.
—Zaida no quiere que se enteren, odia la compasión. Solo algunas amigas están enteradas.
— ¡Dios! Lo que me dices es increíble. No sé qué decisión tomar.
—Por favor amor, si me amas me comprenderás.
—Te amo Raúl y eso tú lo sabes muy bien, pero no sé si soportaré esta situación.
—Sé que debí contarte, pero tenía miedo de que me dejaras.
—Está bien Raúl, porque te amo confiaré en ti. Espero que por el bien de nuestro amor encuentres una solución.
— ¡Gracias mi vida! ¡Eres la mujer mas buena y comprensiva que conocí¡ Ya verás como todo se arregla.

CONTINUARÁ...

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