viernes, 3 de septiembre de 2010

CLAUDIA continuación

(CAPITULOS IV AL VI)
IV
Fueron pasando los meses, en los cuales Claudia se batía como podía con el mísero sueldo que ganaba en la fábrica. Había dejado los estudios ya que el dinero le era insuficiente, y para colmo, desde el día que partió su amiga, no supo más de ella.
Un día conoció de casualidad a una chica, Teresa, quién simpatizó con ella y la invitó a una fiesta en su casa. Aunque desganada, Claudia se puso su mejor vestido y fue. Esa noche cambió su vida por completo, ya que allí conoció al primo de Teresa, Raúl, del cual se enamoró perdidamente.
Raúl era ingeniero, buen mozo y con el complejo de “Don Juan”. Apenas vió a Claudia quedó cautivado de su rostro, su figura, su manera de ser y no quiso soltarla durante toda la fiesta.
Claudia era feliz como nunca. Sentía que la alegría le bullía en la sangre y cuando él la miraba, una embriaguez dulce la envolvía.
—Claudia me contaste que eres secretaria ejecutiva, ¿Ganas bien en tu trabajo?
—No estoy como secretaria, trabajo como obrera en una fábrica de algodón.
— ¿De obrera? ¡No puede ser!
—Así es Raúl. No podía hallar trabajo y me urgía hacerlo ya que mi dueña de casa no espera ni un día por el alquiler.
— ¡Esto es inaudito! Mira, quiero que mañana te presentes en mi oficina. Hay cargos vacantes, así que voy a remover cielo y tierra para que entres. Además, así te voy a tener cerca de mí.
— ¡Gracias! Yo estoy dispuesta a dar examen si es necesario. Y también quiero estar a tu lado. ¡Que maravilloso sería!
—Ni hablar entonces. ¿A qué hora sales de la fábrica?
—Mi turno termina a la una de la tarde.
—Bien, te voy a recoger y vamos a ir juntos, ¿Te parece?
—Bueno, entonces te esperaré a la salida. A propósito ¿Qué hora es?
—Son las dos de la mañana.
— ¿Las dos? ¡Qué tarde es! Debo irme ya que entro a las cinco de la mañana.
—Está bien mi amor, espero que sea una de las últimas noches que tengas que dormir tan poco. Vamos, te voy a llevar a tu casa.
—Bueno, pero deja que me despida de Teresa.
—Apúrate, te espero afuera.
Claudia se despidió de Teresa agradeciéndole por la invitación y subió al auto de Raúl.
V
Había transcurrido casi toda la mañana y Claudia se sentía como entre nubes. Recordaba una y mil veces la noche anterior, las palabras de amor que Raúl deslizó en sus oídos, y mas que nada, el beso, ese beso dulce, cálido, tierno que le hizo vibrar íntegra. ¡Su primer beso de amor!
Tuvo muchas equivocaciones en su trabajo por andar soñando. Hasta que llegó la hora de salida, y con el pitazo de la fábrica saltó rauda y luego de arreglarse salió, con el corazón latiéndole fuertemente, como si quisiera escapar de su pecho. Tuvo que descansar un momento para dar sosiego a su alocado corazón. Luego fue saliendo lentamente, como si temiera, al salir de golpe, ahuyentar un sueño. Pero no, allí en la puerta estaba Raúl, esperándola ansioso. Sin pensarlo dos veces, se abalanzó a sus brazos y, sin importarle que sus compañeros la observaban, devolvió los besos apasionados de Raúl uno por uno. Pasado el momento de euforia, subieron a su auto y se alejaron rumbo a la empresa donde trabajaba Raúl mientras conversaban.
—Hablé con el Jefe de Personal, mi vida. Te tomará un pequeño examen y luego me avisará desde cuando puedes empezar a trabajar. —comentó Raúl
— ¡Gracias cielo! Me siento tan, pero tan feliz que tengo ganas de llorar.
— ¿Llorar? No mi amor, conmigo no vas a conocer lo que es llorar. Quiero verte siempre alegre, siempre sonriente.
—Sí Raúl, a tu lado siempre estaré feliz.
—Bueno, ya llegamos. No te pongas nerviosa y sonríe, que tienes una hermosa sonrisa.
Entraron en una oficina amplia, llena de estantes y archivadores. Tras un hermoso escritorio se encontraba el Jefe de Personal.
—Buenas tardes señor Miranda. Le presento a mi novia Claudia.—dijo Raúl asomándose
—Buenas tardes Raúl, mucho gusto señorita. Veo que Raúl tiene muy buen gusto.
—Gracias señor Miranda. Encantada de conocerlo.
—Mire Claudia, le voy a tomar un pequeño examen. No es difícil. Un poco de dictado, para ver su taquigrafía y su ortografía, que es lo principal, luego un poco de máquina para ver su precisión y rapidez. ¿Está lista?
—Sí señor, podemos empezar cuando guste —acotó Claudia, un poco nerviosa mientras se sentaba ante la máquina de escribir. Raúl no quiso distraerla así que optó por retirarse, no sin antes pedir a Claudia que al terminar lo busque en su oficina al final del pasillo.
VI
Claudia concluyó con el examen y se dirigió al despacho de Raúl, entrando luego de golpear la puerta.
— ¡Hola! ¿Se puede?
— ¡Hola mi amor! ¿Qué tal te fue?
—No lo sé, creo que bien. Lo sabré a fines de este mes, es decir la semana que viene.
— ¡Bien! Yo creo que es seguro. Escúchame, ¿Qué vas a hacer mañana? Sé que hay una marcha a favor del gobierno y por lo tanto habrá paro de actividades, así que podríamos irnos de día de campo, ¿qué te parece?
—Lo siento Raúl, pero yo trabajo en una fábrica y por lo tanto estoy obligada a ir a la marcha. Si no lo hago así, me van a multar.
— ¿Acaso no es voluntaria la marcha?
—Sabes bien que acá, cuando trabajas en empresas públicas o en fábricas, quieras o no debes obedecer la voluntad de los dueños de los sindicatos.
—Está bien, entonces te veré después de la famosa marcha.
—No creas que me agrada ir. Pienso que si el pueblo quisiera mostrar su “nacionalismo” o amor a la Patria, debería trabajar y no marchar, pues lo único que hacen es paralizar la economía del país. Además si fuera voluntaria la marcha, no habría ni “cuatro gatos”, ya que acá a todo el mundo, a excepción de los políticos, le importa un soberano pito quién gobierne o no, con tal de tener trabajo, tranquilidad y su pan.
— ¡Claudia! No creí que te interesaba la política —exclamó Raúl admirado
— ¡Sí que me interesa! No te olvides que trabajo en una fábrica codo a codo con gente del pueblo y también cuando estaba en la Universidad aprendí mucho sobre política. Pero no hablemos de ese tema tan ingrato. Me voy pues debo dejarte trabajar.
—No, espera, te llevaré a tu casa, luego volveré a la oficina porque tengo bastante trabajo.
CONTINUARÁ

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